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viernes, 30 de septiembre de 2016

33. ¿Su hijo al psicólogo?

A veces se deriva a un alumno al psicólogo ante alguna situación que el centro estima anómala. En tal caso, el especialista emitirá su veredicto y los padres quizás piensen que su hijo está enfermo, algo que podría convertirle en un inválido estudiantil bajo un mal hábito adquirido. Puede que haya siniestros especialistas que le aseguren una y otra vez que los alumnos con dificultades estudiantiles son escolares limitados que padecen síndromes diversos, hasta puede que le digan que la vagancia es una patología de origen genético. Ante tal perversidad se crean individuos que jamás se sentirán responsables de nada y que en nada valorarán el esfuerzo, todo lo contrario, su ignorancia será atribuida a dificultades. Si a los defectos se les llamaba enfermedades, jamás se le podrá exigir a nadie que intente mejorar, es más, cualquiera buscará culpar a las deficiencias genéticas ancestrales de sus limitaciones para jamás ser responsable de nada. Atender como enfermos a los alumnos que no se acostumbraron a estar atentos jamás rebajó el socavón educativo, a lo sumo lo hundió un poco más. Afincarse por tanto en ese punto, en una falaz enfermedad, no acelera solución alguna. La vía a seguir es un conjunto de medidas que paso a paso lleven a su hijo a un terreno firme. Exija en ese sentido que el especialista redacte un informe de pautas de intervención en casa y en el aula, es decir una terapia clara que no consista en rebajar la exigencia. En ello mejor los psiquiatras, que son científicos, que otros de formación paracientífica. Me confesaba uno de matemáticas que en sus más de treinta años de docencia, y tras pedir siempre al especialista paracientífico pautas de intervención, jamás las recibió. Usted ahora exíjalos y no crea a su hijo enfermo por un diagnóstico. Simplemente véalo como algo a superar, como un arrecife que esquivar y no como un ancla fijada en el fondo. Aplique las terapias médicas que se le ofrezcan y trace un plan con fechas flexibles en sus objetivos. Si todo eso no da todos los resultados deseados, vuelva a rediseñar las etapas. Como decía Albert Einstein, es bueno hacerse un plan, pero después no seguirlo. Improvise cumpliendo todo lo anterior. Si algunos mandamientos del proyecto fracasaran no derive todo al médico, simplemente espere unos meses y no busque culpables. Quizás nos hayamos acostumbrado demasiado a acudir al especialista para resolver todos nuestros problemas. A ver si al final los caprichosos y malcriados seremos nosotros mismos, los adultos.

jueves, 29 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 32. Inconstantes sufridores

Cuando de pequeños nuestros hijos nos dicen que la oscuridad les da miedo, a menudo les respondemos sin empatía y les mandamos de nuevo a la cama sin más, que no tengan paura, que nada les va a pasar, pero eso no resuelve su miedo, lo alimenta. De forma similar actuamos ante la frustración de un alumno al llorar o al sufrir ante un mal resultado académico, le decimos, no llores, no es tan importante en la vida, o en otras ocasiones les recriminamos, lo ves, ya te lo dije que con esa actitud ibas a suspender. Tanto en el primer caso como en el segundo hay otra alternativa, siempre y cuando el chaval sea receptivo y sepamos que pondrá de su parte, vaya que no nos estará manipulando con teatro lacrimógeno bajo el proverbio indonesio que las lágrimas son como las perlas, nunca sabes si son falsas. Veamos que se puede hacer si presuponemos que el chaval no nos miente. Si tiene miedo un zagal se le puede responder, eso es normal, a mi también me ocurría, pero estoy a tu lado para que aprendas a vencerlo. Los casos de frustración escolar se rigen bajo un esquema parecido, si el alumno sufre realmente ante un rendimiento bajo, un buen profesor le puede decir: a mi también los suspensos me dolían, pero tranquilo, te ayudaré. Analicemos donde se halla el problema y pongamos solución. Pregunta más en clase o en casa, pasa los apuntes a limpio, invierte más tiempo y constancia en el estudio, pide ayuda si la necesitas, consulta un médico si lo crees oportuno... en fin, que más que preocuparte por los problemas, debes ocuparte. Se trata que el escolar halle sus estratagemas para reforzar su mente ante los problemas de la vida. En caso contrario lo convertiremos en una magdalena defectuosa que se deshincha al salir del horno familiar. De todas formas, hay alumnos de insuficiente, de suficiente, de bien, de notables, hasta de sobresalientes, pero también hay otros que resultan inclasificables, los que sacan notas dispares en función de sus gustos y temporadas. En tal caso estamos ante un alumno inconstante, el que saca un poco de todo y mucho de nada, todo un jardincito entre flores y cardos. Su boletín muestra algunos suspensos, otros bienes, y hasta puede que algún notable. Aquí los padres deben apreciar consejos dirigidos a la mejora del esfuerzo, a la gestión en su instrucción y al aumento del tiempo dedicado a ilustrarse. En Finlandia los padres confían plenamente en la escuela sin cuestionarla ni criticarla, algo que conlleva que los docentes y alumnos trabajen bajo un ambiente relajado, de esfuerzo y memorización. Para que el estudiante se sumerja y se entrene en el esfuerzo puede resultar útil que reciba presión académica. Muy útil en este sentido es que empiece sus tardes de estudio por las materias que más le cuestan. En ese momento, al inicio, estará más descansado y receptivo ante lo difícil. Las que le gusten debe dejarlas para el final, como un regalo a saborear. En esta distribución de los deberes resultará útil un adulto que le dirija el trabajo, un refuerzo. Añadamos aquí todo lo que se dijo sobre el lugar de estudio y de cómo repartir los tiempos del mismo. El docente que le aconsejó todo esto, buen consejero será.

lunes, 26 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 31. DROGAS EN CLASE

Olvidándonos de los díscolos, otra tipología de alumnos a tener en cuenta son los que han desarrollado alguna dependencia. Cigarrillos, porros y alcohol son la primera puerta a las adicciones y éstas a problemas mayores. El centro educativo debe dejarles muy claro el riesgo que asumen al probar sustancias adictivas. En ello una licenciada en Biología soltaba la siguiente reflexión a sus alumnos de Bachillerato. Probar drogas conlleva un riesgo que nadie sabe prever. Hay individuos que se enganchan más que otros, existe por tanto, una predisposición genética en ello. A los primeros les resulta imposible dejar la adicción sin ayuda médica, a los segundos les cuesta menos y puede que lo consigan sin terapia alguna, pero en ambos casos, siempre, y digo siempre, vivirán con la tentación de volver a la droga durante toda su vida. Por lo tanto lo mejor es no probarlas ya que a vuestra edad el cerebro es muy tierno y de fácil adicción. El asunto de las dependencias es algo que nos supera a todos, tanto a jóvenes como a mayores. Opinar sobre ello significa divagar mucho pero sin tocar la llaga del asunto. Mejor escuchar a médicos próximos al tema. En ese momento, y conectada a Internet, les ponía en la pizarra digital la opinión de un especialista clínico sobre drogas. El director del Instituto Hipócrates y especialista en adicciones, el doctor Ángel Rubio, afirmaba lo siguiente. La enfermedad de la adicción afecta cada vez a más personas y, sobre todo, a personas más jóvenes. Somos el primer país de Europa en consumo de cocaína y cannabis y se está entre los tres primeros en ingestión de alcohol. Ante tal situación, el asunto de las drogas es grave y debe preguntarse qué lo provoca, si el entorno como afirman algunos teóricos, o la genética, como los expertos argumentan. Según algunos médicos especialistas la adicción no es un vicio ni una mala costumbre, es una enfermedad cuya base fisiológica se encuentra en ciertas predisposiciones del cerebro humano, es decir, en su genética heredada. Ya se ha indicado que hay una minoría de individuos que toman drogas de manera eventual pero que jamás sienten una fuerte adicción, pero hay jóvenes que al principio las consumen moderadamente para luego desarrollar una fuerte dependencia. Los primeros dejan las drogas por ellos mismos, los segundos les resulta imposible sin tratamiento. El equipo del Instituto Hipócrates afirma rotundamente que no se cae en la adicción, como tampoco se cae en una gripe, en un infarto o en una diabetes. Todas ellas son enfermedades que se desarrollaban dependiendo de un estilo de vida, de las influencias educativas y de una predisposición genética. Es decir, si a un contexto neurológico previo se le suma una exposición reiterada a la sustancia, aparece la adicción. Entorno y genética comparten responsabilidades conjuntamente, y no de forma separada como algunos expertos a veces defienden. Por tanto, la mejor forma de evitar futuras adicciones es evitar el inicio del consumo, así de simple. Una vez el adolescente empieza el consumo, ya está en manos de su predisposición genética y cerebral. En fin, que educadores permisivos, con bajo control sobre sus púberes, y hasta fumadores de marihuana ante ellos, están abonando una mayor probabilidad de potenciar un adición irreversible. Tal entorno puede disparar el trastorno y abrir la caja de Pandora ya que, insistimos, la dependencia se potencia desde un bagaje genético heredado, no una determinación del destino. El discurso anterior da una información clara a unos adolescentes que quizás ya han probado algunas drogas y que ahora pueden corregir futuros hábitos. Por tanto, lo importante es trabajar las adicciones de pequeño, el más vale prevenir que curar. En este sentido una tutora de primero de ESO organizaba el siguiente taller sobre drogas. En medio de la clase ponía una bandeja llena de caramelos y les hablaba a los chavales sobre las adicciones. Les insistía que la causa principal era el no saber decir que no a un deseo. Después de ofrecer ciertas informaciones sobre drogas duras y drogas blandas, sobre los porros como primer camino a otras adicciones y sobre sus consecuencias, les ofrecía los caramelos que los zagales ávidamente consumían. De repente les miraba sorprendida y les decía: Habéis caído, sabéis que en clase no se comen dulces y no habéis sabido decir que no a un placer. Con las drogas pasa lo mismo.

martes, 20 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 30. ALUMNOS "KBRONES"

¿Su hijo holgazán? Pues la cosa no es fácil, nada fácil. Cuando un alumno se planta y te dice que no quiere estudiar, su educación se derrumba. Con todo cabe diferenciar quién no quiere estudiar al desear alcanzar algo, ser actor por ejemplo, de quién no posee proyecto alguno. En el primer caso, y si luchan por ello, aprenden a esforzarse, en el segundo vale la técnica del “push and pull”, apriete y estírele ya en primaria. Sin más discusiones fatuas eleve su nivel de exigencia de inmediato sin dejarle espacio a más discusiones. Por el otro extremo ayude con refuerzos familiares y ofertas de estudios más atractivos para cuando termine la ESO. Al menos, eso funciona bastante en Irlanda. Pero, ¿y su hijo además és díscolo? Bueno, ahora se les llama disruptores. Cuesta a veces aceptar que un hijo es tal o pascual, pero si más de un docente se lo ha dicho, quizás éstos lleven razón. Detectar escolares de esta índole suele ser bastante fácil ya que llaman mucho la atención. Con alardes de gallardía, gritos y algunos, no me ralles, dan a conocerse ante el resto de asistentes. Ante tal reacción, y si el adulto denota miedo, ellos crecen en valor y osadía. Conocí una vez una directora blanda que se ganó por el instituto el apelativo de profesora Red Bull, ¿por qué? Por que daba alas a los alumnos. La disciplina en ese centro resultó ser muy deficiente y sólo fue restaurada cuando cambió de nuevo la dirección. Por tanto, ante un díscolo que le amenace con un no me ralles, sepa que sí puede y debe rallarle. A veces en estos casos es bueno quedarse con ellos. - Oye tío, a mi no me ralles. - Cierto, no eres un DVD. Aunque uno es un rallador profesional y por eso tiene el deber y la obligación de rallar al púber tantas veces como quiera. Estas situaciones de conflictividad se dan sobretodo entre los 14 y los 16 años. Estos alumnos antes se iban a la formación profesional o al mercado laboral donde sus despropósitos topaban en breve con un salario que les ablandaba. A su vez, la desaparición del aula abría las rejas de su antigua cárcel y se sentían mejor que dentro de ella. Por decisiones políticas la ley cambió y hoy en día los díscolos de entre 14 y 16 años viven encarcelados en la ESO perdiendo su tiempo y estorbando a los que sí quieren aprender. Sabemos que los menores de dieciséis no pueden trabajar y que están obligados a permanecer en un centro educativo aún siendo díscolos. La ley sanciona asalariar a un menor de dieciséis siendo delito contratarle. Entonces hay que plantearse lo siguiente, cuando un alumno con catorce años ya no quiere seguir estudiando por más presión que se le aplique, ¿qué se hace? Pues se le obliga a permanecer dentro del aula dos años más y eso duele. Es obvio que esta normativa no permite que los adolescentes que no les guste el instituto puedan hacer lo que realmente quieran: trabajar y formarse. Por tanto aquí no pida milagros al centro educativo ya que el resultado de todo lo anterior es que el encarcelado no se está quieto, todo lo contrario, reclamando su libertad de decisión, se dedica a provocar e interrumpir al docente para llamar la atención. El aula se le convirtió en jaula, su potencial personal se desaprovechó y él se transformó en una fiera. El posible aprendiz ataca y los profesores no son domadores de leones ni asistentes sociales, solo simples formadores. En fin, que sin atención alguna, los díscolos se dedican a molestar y a poca cosa más. Admitamos, por tanto, que para estos adolescentes díscolos, el trabajo potenciaría su equilibrio entre derechos y obligaciones; les haría valorar más lo material; les haría respetar a quienes tienen trabajos pesados; les acercaría a comprender a los adultos, y les estimularía lo que la adolescencia rompió, la confianza entre ambos. Aún así, los expertos no escuchan en demasía estas promulgas y los disruptores permanecen en el instituto sin dar beneficio alguno. Cabe recordar que no es nada malo que a los catorce años un adolescente ejerza de aprendiz en una empresa, la FP dual lo potencia a los 16. Por otro lado, y si la enseñanza continúa siendo pagada por el estado, es decir, por todos nosotros, es paradójico que un adolescente que no quiera aprovechar esa inversión la malgaste repitiendo curso, calentando una silla y minando los ánimos del grupo, ¿o acaso con la crisis que corre le place pagar a alguien lo que no desea aprovechar?, ¿no sería mejor que el protoaprendiz pasara a formar parte del mundo laboral y así invertir lo que cotizaría en una enseñanza de mayores prestaciones? El Ministro de Educación y Ciencia en el 2007, Alejandro Tiana, declaró en abril de ese mismo año que en España las deficiencias del sistema escolar suponían para las arcas públicas un coste de 1.000 millones de euros al año para atender a los alumnos repetidores. Es decir, más de 15.000 millones de euros en lo que llevamos de ESO. Dicho esto, ¿no les parece que el mundo de la educación está más que vinculado a nuestro universo económico? Si una empresa hiciera lo que hacen los centros educativos caería en bancarrota bajo el enfado justificado de sus accionistas por falta de transparencia económica. Ya hemos dicho que la mayoría de conflictos escolares se dan a partir de los catorce años. Para paliar el asunto algunos expertos proponen que los docentes asistan a cursos sobre educación emocional, conflictividad y relaciones interpersonales, derroteros que poco neutralizan el causante del problema, el anómalo, ni su angustia, el aula. Otros especialistas plantearon durante el 2012 impartir una materia más en la ESO, una de inteligencia emocional para doblegar a los díscolos, aunque lo fundamental es qué hacer con la minoría de disruptores y no con la mayoría que ya saben portarse bien. Bajo un contexto familiar emocionalmente correcto sobra la materia de inteligencia emocional. Lo grave es que en un ambiente tóxico esa asignatura no resuelve nada. Cabrá mejorar el entorno para educar mejor al retoño. Una alternativa que algunos docentes argumentan al respecto de los díscolos es que quien no quiera aprender que produzca para la sociedad. Ésta es, junto con todos nosotros, quien le está pagando una educación que el díscolo no sabe aprovechar. Obligado a permanecer en el centro hasta los dieciséis, perjudica con su egoísmo a una gran mayoría. En tal caso, una prestación social o laboral combinada con estancias cortas por el instituto resolvería todo esto sin violar la ley de los dieciséis como edad educativa obligatoria. Educar se le seguiría educando y si quisiera volver al canal normal de enseñanza, siempre podría matricularse de nuevo. Cualquier miembro de nuestra sociedad debe comprender que vivir en ella comporta saber dar para recibir. Si hablamos de educar a esta minoría conflictiva, la prestación social o laboral les formaría, y a su vez, permitiría impartir clases a una mayoría que así lo deseara. En fin que si un escolar de perfil inteligente, rebelde pero holgazán no aprovecha el gasto público que la sociedad le brinda, entonces que trabaje para ella, que haga un servicio militar por ejemplo. El juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, así lleva dictadas muchas sentencias sagaces. Este magistrado ha condenado a menores muy conflictivos con penas muy peculiares. Su intención con ellas era que tomaran conciencia de sus errores y de la reciprocidad social necesaria entre todos. Como el juez defendía, para educar a esa minoría conflictiva, la prestación laboral o social les formaba. Él, con más de 12.000 casos tratados, ha sentenciado a díscolos con aprender a leer y a escribir, a servir el catering en centros de paralíticos cerebrales, a trabajar en centros de atención para indigentes o ancianos, a ayudar en asociaciones de vecinos y hasta a alistarse en el ejército. Como este juez decía: Para que un menor no reincida, lo primero es que sea consciente de lo que ha hecho y que se dé cuenta que vivimos en comunidad. Estos servicios sociales les ayudan a entender. Volvamos por tanto a las prestaciones laborales, y a una comunidad autónoma que sí tiene las cosas claras, algo que uno podría pedir en su centro. Cabe saber que la ley da gran autonomía a los institutos. En la comunidad balear se dieron cuenta que en secundaria el principal fracaso escolar lo protagonizan los alumnos de 14 a 16 años, los que ya no quieren estudiar pero si incordiar al resto, ¿que tal, y sólo para esos escolares, una alternativa de tipo laboral, de prestación de servicios sociales o de aprendiz en una empresa? En otro caso deberíamos admitir que el sistema escolar actual no resuelve el problema de los escolares que a los 14 años deciden no estudiar pero sí querrían trabajar. Un buen sistema puede educar a quien se deje, no a quien de antemano lo rechaza, ¿acaso sabría como curar a un drogadicto que se negara a asistir a una terapia?, ¿le obligaría a sabiendas que nada haría él por curarse? Añadamos que la ESO significa Enseñanza Secundaria Obligatoria pero en nada se obliga a estudiar a quienes se niegan a hacerlo, es decir, y como decía el profesor Ricardo Moreno, la educación es obligatoria pero no es obligatorio estudiar. Parece de lógica potenciar vías de reinserción laboral ya a los 14 años, algo que los de la comunidad Balear jamás vieron como una utopía. Sirvan de ejemplo los proyectos PISE e ISLA implantados en Ibiza, algo que el propio Gobierno autónomo inició con gran aceptación por todas las partes, es decir padres, alumnos y docentes. La comunidad autónoma Balear, y su delegación en Ibiza, dio ejemplo de algo que parecía imposible, un Gobierno muy versado en los asuntos educativos, ¿la razón? Pues que de todos los miembros del Consejo Insular más de la mitad son docentes. Así se comprende que para resolver el asunto de los adolescentes díscolos se optara sencilla y tranquilamente por vías de reinserción laboral ya a los 14 años, algo que con los actuales planes de autonomía de centros los padres pueden proponer y defender. Los proyectos PISE e ISLA que desarrolló el Consejo Insular y los ayuntamientos son un ejemplo con éxito a seguir. El proyecto PISE, programa de inserción social y educativo, fue impulsado por el Gobierno Balear. Los alumnos de menos de 16 años con riesgo grave de abandono escolar son introducidos en este programa. De los cinco días de la semana, cuatro los pasan trabajando en una empresa como aprendices y el quinto en el colegio asistiendo a clases de matemáticas y lenguas. Durante el curso, y si aquellos alumnos lo desean, pueden presentarse a exámenes de recuperación para volver de nuevo a la ESO. Por otro lado, existe el proyecto ISLA, programa de inserción social y laboral. Este recae, y como en Finlandia, en los ayuntamientos y es para alumnos mayores de 16 años, es decir, en edad plenamente laboral. El objetivo es realizar una previsión de los escolares que padecerán dificultades para encontrar trabajo. A tales escolares se les ofrece una formación específica en matemáticas, lenguas u otras áreas para facilitarles su inserción laboral. Tanto los programas PISE como ISLA sacaron y sacan adelante a muchos zagales calificados como díscolos pero que en realidad resultan sólo adolescentes encarcelados en clase. Una reforma educativa sin sentido los tuvo presos en un aula sin ninguna otra opción que incordiar. La ESO, en eso, fue deficiente. Si ahora en el centro donde uno tiene a su descendencia ve que los disruptores no pueden optar a un plan ISLA o PISE, ¿qué puede desear del instituto? Pues dos cosas, unos docentes diestros con los díscolos y una dirección que los apoye y defienda con normas claras y eficaces. Hablemos primero de los profesores y luego de la directiva. Ante el disruptor lo peor que hay es un profesor histérico. En el momento que un docente se pone a chillar nerviosamente para imponer su disciplina, el alumno ve ganada la partida, ha sacado de sus casillas al educador y éste ya no se controla ni a si mismo. Valore aquellos docentes de buen temple, distancia y una pizca de ironía ya que minimizarán el deseo de llamar la atención de los díscolos. Para ello a veces da buenos resultados la indiferencia ante el perturbador. Si éste busca el protagonismo no hay que alimentar su ego en demasía. Ignorar durante la clase las fechorías pequeñas suele ser efectivo. Sólo cuando cumpla con algunos de sus quehaceres se le puede ofrecer un leve reconocimiento pero, y muy importante, sin mirarle a los ojos. Los humanos poseemos una mirada muy singular ya que tenemos el iris rodeado de blanco, es decir por la esclerótica. Este rasgo nos permite saber de lejos hacia donde miramos. La mayoría de mamíferos les es difícil al no poseer esta característica. Por tanto, si miramos a alguien le estamos diciendo que reconocemos su presencia pero en caso contrario que lo ignoramos. Esto es algo ancestral, instintivo. Si al alborotador no se le contempla se le niega la existencia, se le deja sin el protagonismo que desea, algo que ahora deberá ganarse de otra forma, si es posible sin fechorías. Téngase en cuenta que muchos turbulentos lo son por qué en casa no fueron atendidos ni controlados desde su infancia. El educador que les rete a ganarse su reconocimiento puede ganarse su confianza por la mera situación de mostrarse como un referente paterno que no poseen en el hogar. Un profesor de literatura les contaba cuentos para calmar sus endorfinas. De hecho eran leyendas encubiertas ya que primero les leía un texto histórico en voz alta con el cuento que era un cuento, una técnica a la cual atendían ya que sus adultos poco les contaron fábulas. Luego les pedía un intercambio de opiniones al respecto para reforzar el recuerdo de la historia durante el resto de la clase. En ello instigaba a sus estudiantes a construir internamente nuevos pensamientos y con ello a utilizar un vocabulario a menudo no utilizado, el culto. Al final les pedía una redacción corta, de cinco líneas, con la misma intención. Escribir refuerza la memoria, fija conceptos en la mente y enriquece el vocabulario. Este docente en cuestión poco o nada expulsaba a sus alumnos del aula, sus cuentos domaban a sus dulces fieras. Con todo lo anterior la sanción debe de estar presente aunque el castigo lleva demasiados cursos acompañando y acostumbrando al díscolo en su principal deseo, llamar la atención. A menudo ello es para alcanzar el protagonismo que en el hogar no ostenta. Eso nos lleva a que la punición debe aplicarse en privado y lejos del resto del grupo. De esta manera no se le regala vigor ante el resto. Pero no hay que esperar demasiado a punir, cuando la hace la paga. Ya después de la clase se la da el parte. Si se espera a mañana un adolescente ya quitó importancia a lo acontecido en su pasado reciente y se enfada al no comprender la sanción de algo pretérito. Anteriormente ya comentamos el truquillo de un profesor jubilado ante estos púberes alborotadores. Reunidos en privado entre las paredes de un despacho, el viejo maestro le mostraba al sedicioso lo que decía su informe escolar, lo que se había escrito de él desde primaria. Dado como comenzaste así en primaria es del todo previsible este informe en secundaria, vaya, que eres algo previsible, un ejemplo más de los muchos que hay como tú. Ahora mismo eres sólo esto, un papel blanco lleno de anotaciones previsibles desde primaria. Sólo tu puedes cambiar esa previsión que muchos adultos creen de ti. Ese era otro estilo de retar a un díscolo. Al llamarle previsible le robaba de nuevo su esencia, su existencia ante los demás y lo reducía a algo común y del montón, situación inaceptable para un adolescente que busca resaltar. Si podía ser otra cosa mejor que un simple folio dependía sólo de él, una hoja carece de capacidades mentales, él no. En una ocasión me contaba este educador que en privado utilizó palabras fuertes con un alborotador que pegaba a su madre. Su intención era utilizar el mismo lenguaje que el agresor. Imitar a un oponente durante un debate con sus gestos y sus posturas propicia inconscientemente que os parecéis, que hay empatía entre ambos. Ello da a entender que le caes más simpático y este baja algo la guardia. Alcanzar la confianza de un púber resulta algo fundamental para todo educador. Así pues, proferir algunos tacos sin histerismo ni odio, sólo con picardía y en privado, le daba a este profesor cierto acercamiento hacia este tipo de adolescentes. Mira Miguel, eso de pegar a tu madre sólo tiene un nombre, y si me lo permites, eres un gran machista cabrón, algo que si se difunde no va a gustar nada a tus ligues por el barrio. En clase también existen algunos trucos que pueden neutralizar a los alborotadores. Una joven matemática lo tenía muy claro en sus clases. Cuando un disruptor entraba en acción impidiendo dar la sesión, ella, y con un tono de voz tranquilo y sin ensañarse, contaba lo siguiente al grupo sin mirar a los ojos del turbulento. Miguel sólo quiere llamar la atención como un niño. En su casa algo pasa al respecto. Si vosotros, futuros adultos, estáis pendientes de él alimentáis sus gamberradas. Él no quiere o no se atreve a resaltar con los estudios, algo en lo que nosotros no tenemos la culpa. Te rogamos Miguel que nos dejes dar clase, por favor. Cuando pares empezaremos. Y eso conseguía nuevamente tres reacciones, robarle la identidad al no mirarle, reducir su protagonismo y retarle a mejorar o a callarse durante futuras sesiones para no hacer más el ridículo. Obviamente el díscolo se enfadaba al ser tratado como a un niño, lo que todo adolescente no desea. En tal situación hay que encomiar lo que esta educadora practicaba, evitaba caer en la provocación de su adolescente para que él no ganara la partida o ella perderla. Sorprenderlo con la indiferencia le daba ventaja, primero al evitar el enfado y segundo, controlando ella la situación, no el díscolo. Al final éste claudicaba, no hay tempestad que dure siempre, e incluso a veces buscaba la simpatía de aquella educadora. Eso es curioso, pero los docentes que marcan su distancia retan muy a menudo a los púberes a alcanzarlos. Si un díscolo así lo intenta con un profesor, algo muy bueno está haciendo ese educador. Quizás el disruptor busca a ese adulto que le atienda por lo que en casa no halla. Otro mecanismo de control sobre los revoltosos es la espera. Ellos están en nuestras manos y en la cartera de sus padres. Un momento u otro pedirán algo que sólo el adulto les puede ofrecer. Cuando ello ocurra, es bueno dejarlo en la duda ante su demanda. Me lo pensaré pero, ¿qué crees que deberías hacer tu para facilitar lo que pides? Con tal frase, sin un NO ofensivo por respuesta, el educador debe marcharse inmediatamente fingiendo prisas por llegar tarde a otra clase y dejando así al perturbador para que piense, reflexione y despabile en positivo si quiere lograr lo solicitado. Pero no sólo de docentes diestros se vale la neutralización de alumnos disruptores. Algo que una familia debe esperar de un centro, hasta exigir, es un marco de disciplina que la directiva del centro debe aplicar con toda eficacia para que uno, el díscolo, no se haga con el poder de la clase perjudicando a la mayoría que sí quiere trabajar, o simplemente comportarse. En este sentido uno puede pedir que haya unas normas publicadas y a su disposición. Este documento debería estar firmado por los padres como ratificación, pacto y compromiso entre instituto y familia. Por otro lado existe el cañonazo final, la expulsión. Una dirección sin titubeos ni dudas sabrá cuando aplicar esta máxima sanción a un díscolo. Primero habrá gastado algunos avisos, sanciones y límites ante tal tipo de alumnos. Con todo lo anterior, lo más importante para erradicar púberes alborotadores no se halla ni en una disciplina férrea ni tampoco en técnicas de sicología por diestros docentes, se halla en algo previo, en el más vale prevenir que curar. En primaria siempre se estuvo a tiempo de cavar un buen camino educativo, luego con la adolescencia las cosas se retuercen en demasía y llega el ruido, sus desplantes, exigencias y pugnas por su individualidad. No es de extrañar que muchos padres se hallen desbordados y se pregunten: - Y ahora, ¿qué hago? Con franqueza, a veces deberíamos preguntarnos qué no se hizo. En fin, que hasta finalizar primaria siempre se está a tiempo de moldear y marcar un buen camino educativo, luego en primero de ESO se está a tiempo pero con esfuerzo, en segundo puede que todavía se esté, en tercero puede que no y en cuarto suele ser que ya no. En fin, que a los dieciséis deberá ser él quien decida su futuro, con los adultos cortó la comunicación para tenerla con su grupo de nuevas amistades, la banda. Así pues, y en asuntos de educación, es mejor prevenir durante la infancia que curar cuando ya les sale el acné y te pasan un palmo. Las etapas infantiles son fundamentales para la educación. En esa etapa son barro tierno que puede moldearse, en la pubertad ellos querrán esculpirnos a nosotros. Por tanto, alabe al colegio que impone disciplina, diagnosis o tratamientos en la más temprana infancia, aplauda al centro que ejerce de educador y no de víctima de los alumnos, al que avisa a los escolares ante sus travesuras y en caso de repetirlas, corrige. Si el primer día un alevín pisó la gorra del jefe de estudios y éste no le dijo nada, imagine que hará cuando el zagal tenga uno propio, si es de sombrero, perder la cabeza, si es de jefe, perder el trabajo. En eso insistamos que el docente que aplica la sanción sin demasiados argumentos en el momento de la infracción es más respetado que el que lo hace pasados unos días. No se debe esperar a luego porque luego será jamás y el adolescente habrá perdido la noción del error que realmente cometió. Ante una acción de desafío, rabieta o falta de respeto, hay que quitarle en ese momento algo que él valore, si son mayores su patio, la hora de Internet o la excursión venidera, si son muy pequeños un vaso de agua fría en la cara. Él o ella querrán demostrar que no les importa pero todos sabemos que sí. Y si hay educadores que rebajan la sanción a los diez minutos de aplicarla, en la próxima ocasión los alumnos les tomarán por el pito del sereno. Hay que mantener, si es justa, la sanción hasta el final. Si uno se pasó siempre hay tiempo para las rebajas. Luego, y llegada la calma, también el profesor debe ofrecer el diálogo y la reflexión al rapaz.

jueves, 15 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 29. Nos vamos de excursión

Una forma muy efectiva de conocer a los alumnos no es en el aula, es fuera de ella. De todas formas un abuso de las excursiones perjudica el ideario escolar al romper la rutina para el aprendizaje. Sólo en su justa medida estas salidas son una ocasión deliciosa para conocer como son nuestros estudiantes. El instituto condiciona su respuesta y sus acciones, en libertad en cambio se comportan con más naturalidad. Ejemplo de tales situaciones son las excursiones, los recreos y las colonias. Durante las excursiones, y para conocer mejor a los tutelados, hay que prestar atención a dos premisas, lo lúdico y el control. Juegos y bromas pueden crear que los alumnos se abran al docente, algo que potencia la confianza de los adolescentes hacia sus educadores. Recuérdese que los púberes cierran puertas con los mayores para abrirlas a la pléyade de su edad. Por tanto, las diversiones y los juegos ofrecen desplegar nuevos vínculos entre profesores y alumnos, la broma desarma mientras que la bronca la arma. Había un profesor de primero de la ESO que patentó el juego de voy pisando. Previamente explicado en clase, y con la confianza ganada de ésta, el docente lo aplicaba durante los desplazamientos a pie. El gran problema de andar con más de treinta alumnos por la calle son los rezagados. Por tanto, el juego de voy pisando resolvía tal lastre al pisarles, en sentido figurado, los talones por detrás. Tomado como un juego, los alevines de primero incluso deseaban ser pisados. Pero entre tanto juego y broma no se puede olvidar que los profesores son los máximos responsables de esos escolares fuera del centro, por lo que pasar lista a menudo es harto aconsejable. El extravío de un miembro del grupo afecta a todo el mismo, si uno falla, fallan todos. El descanso entre las clases también proporciona ese espacio de observación de los escolares. Conocí a un maestro en Granollers que utilizaba las horas de patio para observar a sus alumnos para así conocerlos mejor. El recreo, sin ser un espacio ajeno al centro educativo, sí desinhibe a los escolares en gran medida y nos muestra su cara más real. Con igual objetivo se pueden organizar unas colonias a inicio de curso, sobretodo en primero de la ESO cuando llegan por primera vez al instituto. Todo ello, excursiones, observación durante los patios y colonias, son señales de un centro interesado en conocer a sus hijos para saber mejor como educarles. Conocidos así a los alumnos, los profesores tienen una idea aproximada de cómo son sus chavales, algo que les debería permitir actuaciones lo más precisas posibles. Veamos, y según la tipología de cada púber, algunos ejemplos de pautas de intervención sobre ellos.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Frakso skolar 28: ¿Qué importa más al púber?

Una profesora de Gavá me contó que una de sus tutorías preferidas era la que sigue. Escribía en la pizarra una serie de conceptos que luego sus bachilleres debían votar según sus intereses. Los términos eran libertad, belleza, amistad, amor, perfección, placer, fe, bien, promiscuidad, realidad, verdad, felicidad, virtud, positivo y blanco. Los más votados de todos ellos solían ser tres, la felicidad, la libertad y la amistad, he aquí los intereses de los púberes. Pasados los comicios se les pedía a los alumnos que definieran esos tres conceptos que tanto valoraban. En ello aparecía el debate, los escolares no llegaban a un acuerdo sobre lo que era la felicidad, por tanto la profesora les proponía que pasaran al siguiente, a la libertad, en donde se encallaban nuevamente con matices. Por tanto, sólo quedaba abordar el tercero, el de la amistad pero otra vez ocurría lo mismo, y los escollos surgían sin dejar avanzar el debate. De repente, y de forma premeditada, la docente escribía los antónimos, de libertad esclavitud, de belleza fealdad, de amistad enemigo, de amor odio, de perfección imperfección, de placer dolor, de creyente ateo, de bien mal, de promiscuidad celibato, de realidad ideal, de verdad mentira, de felicidad tristeza, de virtud defecto, de positivo negativo y de blanco negro. Es decir, que esos conceptos se podían definir desde su contrario pero muy difícilmente desde la nada, ¿que por qué? Por que eran conceptos abstractos en gran medida dependientes de sus experiencias personales. Aquella mujer les dejaba pensar y debatir de nuevo con una intención muy singular, que los intereses de su edad surgieran y que vieran que eran pues muy distintos de los del mundo adulto. Para un adolescente la libertad es algo muy anhelado dado que no posee independencia económica, pero para un adulto la libertad implica muchas obligaciones que hasta le pueden robar su libertad. De igual forma hablaríamos de la amistad y de la felicidad. Así lo reflexionaba la profesora al final de la clase. La conclusión es que todos los conceptos de libertad, belleza, amistad, amor, perfección, placer, fe, bien, promiscuidad, realidad, verdad, felicidad y virtud yacen bajo el prisma humano y por tanto resultan muy subjetivos, por ese motivo sólo ganan sentido ante su opuesto, ante su antónimo. Por eso también en el mundo hay mucha manipulación política con tales conceptos, pero lo importante de esta tutoría es que os percatéis que lo que ahora os resulta muy importante a vuestra edad, de adultos quizás cambie en función de las influencias que os rodeen. La edad y el entorno adulteran y limitan toda realidad. Como siempre es cuestión de intereses. En fin, cualquier buen docente debe ser consciente de la asimetría entre las prioridades adultas y las de los púberes, algo que se aprende mucho mejor fuera del colegio. Vayámonos de excursión pues.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Frakso skolar 27. La confianza NO da asco

Este libro empezó con la familia a inicio de curso. Luego hemos analizado como debe ser llevada un aula para sacar lo mejor de ella. Pero ahora cabe saber como conocer a los alumnos para mejorar su trato, potenciar su confianza y optimizar su enseñanza. Saber si un estudiante es o no es capaz de aprender con normalidad resulta básico en infantil. Si allí no se detectó ni trató la disfunción, luego en secundaria fracasará estrepitosamente. Por otro lado, y si un escolar posee unas capacidades normales, hay que conocerlo para llegar lo mejor posible a su interior. Durante los siguientes apartados se destilarán diferentes técnicas y estrategias que institutos y médicos desarrollan con éxito a tal efecto. Los adolescentes todavía son barro a moldear por muy duros que ellos quieran mostrarse. Cruzar su escudo de defensa y conocer su espíritu nos dará la llave de su confianza. Educar resulta muy lento, pero sin confianza se vuelve eterno. Aquel estudiante que confía en su mentor se esfuerza para aprender con él. Es más, no espera un premio por hacerlo, sólo el reconocimiento personal por su trabajo y sus buenos resultados. En fin, que la confianza mueve gran parte del esfuerzo en toda buena enseñanza. Me confiaba un amigo mío y profesor de tecnología que para conocer a sus alumnos más pícaros les ponía a prueba ya el primer día de clase. La práctica era muy sencilla, les lanzaba una ironía en medio de una explicación y observaba quienes la pillaban. Normalmente a principio de curso los alumnos viven con cierta tensión o distancia las peroratas de los docentes de tal manera que lo perciben todo con bastante seriedad. Luego las semanas aflojan el asunto y los escolares vienen ya más relajados al centro. Dicho lo anterior, y cuando los adolescentes empiezan el curso, un sarcasmo no lo suelen ni pillar ni entender, sólo los muy pícaros, y a menudo más inteligentes, lo hacen. Mi buen amigo con sólo observar la clase ya sabía quienes sí y quienes no. Hay otros docentes que les encanta inundarse de papeleo para conocer a sus estudiantes, incluso redactan largas descripciones en la plataforma digital del centro. Luego pasan largos y tediosos cuestionarios a sus alumnos para saber de ellos. No obstante muchos de estos formularios a veces no mejoran las prácticas didácticas, solo las entorpecen. Un test breve resulta más eficaz que muchas respuestas sobre un papel. El docente antes mencionado utilizaba un cuestionario de observaciones muy visual y práctico. Para conocer a sus alumnos no les pedía el nombre del padre, de la madre o de su profesión, simplemente requería que marcaran una frase de cuatro posibles para conocer sus perfiles personales. Después, y con símbolos chiquitines, describía el alumno en su cuaderno de anotaciones, algo de una utilidad bárbara durante las reuniones de evaluación, o en las entrevistas con sus padres. Sólo con mirar aquella minúscula casilla aquel docente sabía todos los pormenores del alumno y sabía que añadir en el coloquio. El cuestionario anterior consistía en una serie de preguntas con cuatro columnas a marcar. Éstas iban en orden de mejor a peor. Por tanto, una vez realizado el formulario, las casillas de la derecha delataban los problemas mientras que las de la izquierda correspondían a la normalidad familiar. Sólo con mirar y anotar los resultados de las celdas diestras bastaba para tener suficientes datos sobre el escolar. Preguntas como: ¿Durante toda la mañana qué desayunas?, ¿charlas mucho con tus padres? o ¿crees que tus padres acceden a tus demandas?, jalonaban este cuestionario. Es muy importante que en primaria se detecten todas las anomalías posibles con un test o con observaciones objetivas. El modelo escolar finlandés, tan aplaudido por muchos, se fundamenta en gran parte en la detección prematura de patologías en el aprendizaje. En caso de hallarse la intervención resulta inmediata. Por ejemplo, si en primaria se detecta a un escolar con dificultades en la lectura, en menos de una semana ya está siendo atendido por un especialista. En nuestra península la cosa pasa por reuniones entre familia, asesores psicopedagógicos y el EAP. A veces se tarda un año hasta que se da luz verde a la intervención, es decir, que se pierden 365 días de terapia. En Finlandia, país con el menor fracaso escolar europeo, hay muy pocos psicólogos y trabajadores sociales destinados a diagnósticos. Quienes diagnostican y tratan a los niños son médicos y científicos expertos. Apruebe pues al docente que realiza una inspección de sus alumnos con un cuestionario como el que estamos comentando y que aconseja, en caso de sospecha, un diagnóstico por parte de un médico o científico. La detección de patologías reside sobretodo durante primaria, es allí donde más se deben detectar dislexias, problemas de lateralidad, visión errónea, sorderas u otros. Si ello no se hace en su centro, haga su demanda auque mucho me temo que muchas de esas disfunciones no las contempla el estado. A menudo, y si su lechón obtiene resultados bajos aun esforzándose, deberá consultar una opinión médica pagando. Detectados los problemas a tiempo pueden subsanarse, en caso contrario, y llegados a secundaria, el asunto se nos transmuta en un monstruo de muchas cabezas y de muchos quebraderos de éstas. De todas formas, no se obsesione en hallar siempre una explicación médica a los malos resultados académicos de su chaval, no todo tiene una explicación clínica y quizás se trate de un mal hábito de estudio, constancia y esfuerzo. Para eso no hay fármacos, sólo voluntad educativa, rutinas de estudio y esfuerzo individual. Los resultados del cuestionario anterior pueden ser transcritos a la libreta de notas con pequeños y visuales símbolos, algo que reduce gigantescos y pedantes informes que pocos educadores llegan a leerse. Me contaba el profesor que diseñó el test que para dislexia ponía Dlx., para posibles problemas de lateralidad una L al revés, para padres ausentes un Pa, para capacidad baja –C, para la falta de esfuerzo -T y así muchos más artefactos que resumían las más de cuarenta preguntas del formulario. La finalidad de tal concentración de información ya se remarcó anteriormente, poseer el perfil del adolescente en un cuadrito del bloc de notas ante cualquier reunión con otros docentes o con los padres. Pero lo mejor de una síntesis así no es para los adultos sino para los alumnos. Si durante la clase un alumno manifestaba un comportamiento anómalo mi profesor consultaba sus anotaciones concentradas y decidía como intervenir, si bronca, si amonestación, si nada o si conversa posterior. Cada individuo es un mundo, y saber como es un adolescente permite actuar según su interior, confianza e intereses.