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sábado, 4 de marzo de 2017

76. Padres ausentes

        Pagar la hipoteca, las letras del coche, los créditos por los electrodomésticos e incluso aquellos caprichos que todos queremos nos llevan a ser unos esclavos del trabajo y de su reloj. O invertimos gran parte de nuestro tiempo en el mundo laboral o nos quedamos sin dinero. El escenario anterior presenta una contraprestación si se tienen hijos. Tanta esclavitud laboral por un salario que da de comer a los tuyos sirve al final para no poder atenderlos correctamente. Uno, y sin elegirlo apenas, se ha transformado en un familiar ausente.


-        Yo no puedo estar por mis hijos, no tengo tiempo. Trabajo mucho por ellos y así tienen lo que necesitan.

Tener un hijo implica quererlo y educarlo dedicándole el tiempo de calidad que sea necesario, por desgracia nuestro mundo laboral no siempre lo permite. Existen guarderías y colegios para nuestros vástagos pero éstos jamás podrán sustituir el rol familiar. En Estonia y Finlandia la administración promueve, ayuda, acompaña, refuerza e induce a la familia hacia su papel primordial, el educativo, pero en España ocurre todo lo contrario ya que el gobierno delega cada vez más dicha función al sistema escolar. En fin que el sistema educativo español no es equitativo y depende en gran parte del sistema familiar. Si padres o tutores saben preocuparse por la enseñanza de sus hijos, las probabilidades de éxito escolar son casi del cien por cien. Sólo aquellos casos excepcionales o clínicos se escapan a esta norma.
Visto lo anterior, los padres ausentes se hallan muy aislados con sus hijos. Recuérdese que la llegada a la adolescencia conlleva la soledad pubescente al romper la comunicación con los progenitores. Por eso los adolescentes se abren a un grupo o banda, a unas nuevas amistades ávidas de referentes. Si los padres ya pertenecían al perfil de los ausentes, el problema se agrava exponencialmente en la pubertad. El zagal defiende entonces que ya no es necesario explicar mucho en casa, que los padres no le comprenden y que se puede pasar dócilmente de los estudios. En definitiva, la confianza mutua ya no existe, el adolescente se cree con más derechos que obligaciones y los padres han perdido toda comunicación y autoridad. Lo grave es que recuperar ese puente es muy difícil si no existió durante la infancia. Algo que funciona muy bien, y que ya se comentó en este sentido, es comer sin el televisor para potenciar la conversación entre adultos y adolescentes. Por desgracia el progenitor ausente interviene poco en la vida del hijo y delega mucho a terceros como tíos, abuelos, hermanos mayores o al propio colegio. Los deberes escolares o las efemérides del día son escasamente conocidas por éste, lo que trae consigo que el alumno no reciba felicitaciones paternas por mérito alguno. El control de su entorno es muy bajo y el hijo se halla con gran libertad de movimiento con la televisión, Internet, amistades o paseos fuera de casa. A veces coincide este tipo de perfil con parejas separadas y/o familias desestructuradas. Bajo un influjo así el chaval no suele crear problemas de disciplina en el colegio pero cuelga los estudios sin hacer ruido. Lo podríamos calificar de pasota dócil. Nulo o inconstante en el trabajo escolar, recurre a cierto aislamiento cordial con el grupo, un holgazán simpático. Puede incluso que se justifique y te diga:

-        No voy a estudiar porque quiero trabajar, por desgracia hasta los dieciséis no me lo permiten.

En casa no insiste demasiado en que se le compre algo, está acostumbrado a buscarse la vida y a no pedir a quien poco está en el hogar. Suelen desarrollar más la introversión que la extroversión pero siendo fuertes psicológicamente. El riesgo de fracaso escolar repitiendo curso es muy elevado. En fin, que para evitar ser un educador ausente, y desde alevines, reorganice su horario laboral para aproximarlo al máximo al de su pareja e hijos, lo contrario sería trabajar mucho para exigir más a los otros por la educación de sus retoños. En caso contrario, y si le resulta imposible, no se equivoque, no se crea culpable. Busque quien pueda acompañar bien a sus hijos y en tiempos libres que vengan a usted.

Me contaban un día que un padre se exaltaba ante un profesor diciendo:

-        Mire Rabadà, yo trabajo mucho fuera de casa para darle un futuro a mi hijo. ¿Quererlo? Él ya sabe lo mucho que le quiero. Siempre he dejado que mi hijo sea responsable, pero es la primera vez que me entero que se porta mal en clase – se refería a desafiar y faltar al respeto a los docentes -. Cuando le pille en casa se va a enterar.

El chaval estaba incubando la adolescencia y ahora empezaba a revelarse en contra de sus adultos. El padre, severo y preocupado, intervenía en la educación de su hijo en momentos puntuales, es decir, cuando las cosas se salían de madre. Cuando así lo hacía era de forma enérgica y contundente. Él era un progenitor que pertenecía al perfil de los ausentes parciales. Los padres dentro de esta tendencia son inconstantes en disciplina y en tiempo de calidad hacia sus hijos. Esa contradicción de periodos de ausencia y periodos de severidad traen consigo un adolescente confuso que desarrolla un personaje provocador y ruidoso en el aula. Son padres que no suelen reír las gracias de sus hijos y que no les justifican en demasía. De todas formas, y en algunas ocasiones, desarrollan el papel de amigos de su prole comprándoles algunos caprichos caros. En tal contexto no es de extrañar que los púberes no entiendan los cambios de exigencia y de disciplina en el hogar, situación que les empuja a ser provocativos y a tomar sus decisiones independientemente de las consecuencias que con ello puedan sobrevenirles.

Hoy salgo con mis amigos aunque me lo prohíbas.

Por otro lado, su nivel de trabajo se vuelve inconstante y su rendimiento académico con elevado riesgo a repetir. De todas formas no suelen ser chavales insistentes en sus caprichos. Psicológicamente presentan una buena fortaleza y en su entorno son sociables y abiertos.

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